Aquarium Mare Nostrum

Hechos imaginarios, al alcance de su bolsillo

jueves, 31 de mayo de 2007

Un hecho fortuito

Nicolás era un joven trabajador y soñador. Dueño de una mirada fresca e inocente, a pesar de sus vivencias, se paseaba por la calle sin mirar nubes ni árboles, en la calma más completa mientras a su alrededor el bullicio del barrio pintaba las casas con su velo sepia, llenándolas de años y de grietas estratéficas, que solo aquel que llevaba sus buenos años en la vecindad podía ver avanzar sin confundirlas con el estropicio común y corriente de los barrios empobrecidos de ese sector. Al verlo caminar, se podía confundirlo con cualquier joven dirigiéndose a su trabajo, sin embargo sus pasos sugerían una cierta confusión, mas bien un desdén, propio de quien se está desviando de su camino mientras busca una posibilidad de retornar. Nicolás poseía un tesoro, pero nadie lo sabía.

Cruzó la calle, mientras en las casas vecinas comenzaba la actividad bajo las gélidas luces azules de la mañana. Cruzaba caminando erguido y raudo, mientras el ruido de los autos y de los mercados le era indiferente. Caminaba sin prestar atención a las múltiples figuras que surgían a ambos lados de la calle, gritando con voces en idiomas ajenos a su interés. Toda la tarde estuvo absorto en sus pensamientos, callado y meditabundo...sin contemplar hacia el cielo ni hacia el suelo. No tenía ojos para nadie excepto para su sombra, para las piedras que pateaba y dirigía hacia el infinito. El cielo trazó miles de figuras para otras personas, figuras que jamás se reflejaron en sus pupilas ni en sus manos.

"Nicolás, cuando arreglarás el muro de tu habitación"- se burlaba uno de los compañeros que sudaban en la faena junto con él.

Nicolás no tenía ojos ni oídos para nadie.

Las nubes se empezaban a dibujar en el cielo y esté se tornó violento. Se apresuró a cerrar todo y se dirigió raudo a su casa. Esa hora la esperaba pacientemente todo el día. Era la hora en que sus sentidos se despertaban y volvía a pertenecer a este mundo. Era la única razón de su caminar erguido, de sus pupilas manchadas de anhelo.

Al entrar en su habitación, Nicolás mira por la grieta donde se cuela el frío en su oscura habitación. Al otro lado, una luz en una ventana refleja la dulce mirada de una joven, quien con su voz melancólica y profunda entonaba una canción -todo un himno para Nicolás-, la cual logra hacerlo dormir para poder, al día siguiente seguir caminando en esta ciudad, bañada completamente de gris, pero salpicada de puntos de color, que se mueven por sus calles malolientes portando el aroma de las flores de la esperanza.

El mismo compañero que se burlaba está fumando un cigarrillo en la calle, al frente de la habitación y, producto de un auto desviándose por el callejón e iluminando el oscuro rincón del vecindario, observa la escena. Riéndose, apaga el cigarrillo y, dirigiéndose a su casa, comprende el silbar de su silencioso compañero de faena. Comprende la evolución de sus rasgos a lo largo de la tarde y además, el ritmo cada vez mas atronador de su corazón. Al otro día, el rostro de su joven compañero le parece enorme y radiante.

Escrito por Leprosy | 20:49

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